Carlos Gardel [c]

Poema evocativo

Por las calles del recuerdo,
empedradas de dolor,
va llegando un servidor
detrás de un silbido lerdo;
traigo mi sombra a lo perro,
que sigue, pasa o me espera...
esta noche hay luna entera
para mi solo en el cielo.

Las puertas están cerradas
y dormidos los balcones,
no hay glicinas ni malvones
que saluden mi llegada,
solo a veces, y a escapadas
reconozco mi arrabal,
cuando se agacha un tapial
y muestra ropa colgada.

Entonces pienso en la vida
que uno dejo escapar,
por entregarse a soñar
no vivió como debía.
¿Dónde se fue la alegría
que en estas calles desiertas,
los vecinos, en las puertas,
con sus charlas florecían?...

Ya no hay mas serenatas
ni tampoco "formativos",
ni vendedor a "chiflido"
cargado con dos canastas,
ni tampoco vienen chatas
a parar junto a la bomba,
ni el aguatero rezonga
con los baldes a la rastra.

Me siento un poco cansado
y me detengo a escuchar;
al eco quiere charlar
y me trae lo que he dejado:
silbidos entrecortados,
mis pasos y mis protestas,
y de una ventana abierta
un algo que no ha cambiado.

Es la voz del que se ha ido,
la varonil voz de aquel,
la voz de Carlos Gardel
cuyo timbre no lo olvido,
y que la noche ha traído
de aquella ventana abierta...
¡luna, vestime de fiesta
que Carlos esta conmigo!...

Ya no está triste la calle,
ya se animo la vereda,
hay sillas en dos hileras,
-tribuna de las comadres-.
Hay mas puertas que se abren,
huele a malvón y a glicinas,
y en el truco de la esquina,
la falta envido en el aire.

¿Por qué mágica razón
el barrio volvió a la vida?...
¿Será esa voz ya perdida
que de un disco se escapó?...
y que el aire repartió
como un "padrino pelado"
en el atrio desolado
que llamamos corazón?...

¡Alcemos, luna, por él
la copa de mi arrabal,
con espuma de percal,
donde grabado cincel
se lea: ¡Carlos Gardel!...
en tu muerte y por tu nombre,
lloraron hasta los hombres
que lloran solo una vez!...

La voz, murió en la ventana
como un día murió el.
¡Así nos dejo Gardel,
como un disco que se acaba!
un algo adentro me ahogaba
cuando la marcha seguía,
y mi sombra no entendía
por que su dueño lloraba.